viernes, 24 de mayo de 2013

Eclipses en el Parque

Eclipses en el Parque

Por Roberto Ornan Roche

 

Mi niño eclipsó mi vida en muchos aspectos, ahora su vocecita es como el sonido de un arroyo, que me acompaña cada día. Mi amor de padre ha convertido todas mis frustraciones y errores en pequeñeces.  A veces me pongo a pensar lo inteligente que es, que nos parece a mi esposa y a mí que siempre va adelante en su crecimiento, no solo de estatura, sino que en muchas cosas nos parece tan virtuoso, despierto y hablador, más que un niño normal.

Cuando lo vemos cómo memoriza los nombres de todas las personas que va conociendo y cómo es capaz de relacionarlas con los seres queridos de esas personas, y hasta pregunta por ellos cuando no están presentes, simplemente como se acuerda de todo y hasta a veces nos llama por nuestros verdaderos nombres porque sabe que no nos gusta; y sin cumplir dos años ya sabe algunos colores, los primeros números y tantas otras ocurrencias que se van disfrutando con todo lo espontáneas y originales que son.

Entonces mi imaginación echa a volar, cuando lo veo repitiendo algunas frases de las canciones infantiles de sus discos, cuando lo veo con esa energía casi inagotable. Como todo padre, me lo imagino siendo alguien que puede llegar a ser bueno en un deporte y un excelente estudiante, quizás un maestro en algún arte, trato de atribuirle tantos talentos que al final en mis sueños no me decido por ninguno. Lo imagino a través de la vida y trato de tener la fe que lo podré acompañar durante una gran parte del camino.

Hoy cuando lo llevé al parque había un señor, estaba echado pensativo y tranquilo junto a una estatua del parque infantil, había una perrita haciéndole compañía. Cuando me vio jugando con el niño los ojos se le iluminaron. Noté que trataba de ser agradable y cortés pero apenas podía escuchársele la voz, porque tenía echa una traqueotomía por alguna enfermedad maligna en su garganta. Mi niño fue a jugar con su perrita y a conversar, el animalito está acostumbrado a jugar con los niños que visitan el parque y no había peligro alguno.  Hasta yo me sentí tan bien que también me senté a su lado. A veces la vida te regala momentos aparentemente insignificantes para que le demos más valor a lo insignificante.

Mientras yo sigo imaginando cómo será mi hijo cuando crezca y de disfrutar la gran e indescriptible bendición de verlo crecer, un eclipse sucede cada día, como en el parque. Una vida que comienza y uno simplemente anhela que sea mejor que la propia. Sé que él tendrá muchos retos en su vida, como cuando fue operado de un quiste dermoide con solo 8 meses de vida. Tan pequeñito fue entubado y sometido a anestesia general por varias horas, para retirarle su quiste benigno que tenía en su ceja desde antes de nacer. Con su vitalidad característica, estuvo toda la noche y la mañana hasta el mediodía sin tomar ni agua, pero aun con la aguja del suero en su manito, todavía así tenía una sonrisa antes de entrar al Salón de operaciones, eso me dio esperanza, a pesar de que fue un momento muy duro. Dios fue tan maravilloso que hoy en día se puede decir que no tiene cicatriz ni huella visible, una maravilla más, entre tantas otras.

Hoy vi  que nuestro diario vivir, con los pequeños triunfos y experiencias, es el cielo de nuestras vidas, donde suceden esos eclipses, siempre.

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